lunes, 1 de febrero de 2010

LAS PALABRAS DE TU SILENCIO.



El sol se ponía por entre los árboles de los jardines de Montforte en Valencia.Un cálido día entraba en letargo. Entre sus caminos una hermosa estátua de un joven efebo era bañada por los últimos rayos de sol que le concedían un bello toque nacarado.


Del cielo descendió un ángel de hermosas alas blancas quien rodeó varias veces a la escultura embelesado por su belleza y se sentó en un desvencijado banco frente a ella. Tras varios minutos de silencio y contemplación el ángel habló:

"Desde el cielo te he visto como un dios que reclamaba a su súbdito para dar amor.Cómo negarme a pertenecerte si tu belleza es tan sublime. ¿Sabes? Yo una vez fui vapor..."

De los ojos del ángel resbalaba una lágrima mientras su mirada se fijaba indeleble en los labios de la figura.

"Yo soy un ángel. Sé que soy un ángel. Pero no lo puedo demostrar. No lo puedo demostrar porque mis alas son invisibles a los ojos de la gente y, en el mundo de locos que hoy vivimos, nadie cree en lo que no puede ver. Necesitamos hurgar la herida con los dedos, empaparnos la mano con la sangre para poder creer. Y cuando más intento demostrar que soy ese ángel quien digo ser, más loco me creen y más difícil es alcanzar la felicidad que tanto ansío.A traves de la piedra que recubre tu cuerpo puedo ver un alma pura que late por un instante de amor eterno. Por eso nadie puede ver mis alas, porque no miran en mi interior.Yo te esperaré día y noche, minuto a minuto sin desfallecer un sólo momento. Porque sé que eres puro. Porque tu interior es tan bello como tu fisonomía. Y porque sé que debo esperar.Prometo no fallarte y esperarte hasta que tu silencio se llene de susurros".

Y el ángel esperó y esperó hasta que se convirtió en una gárgola para no hacer tan larga la ansiada espera.

Mientras, en las afueras del parque, la gente seguía corriendo de un lado a otro sin destino ni rumbo.

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