viernes, 5 de octubre de 2012

NO HAY MEJOR AGONIA QUE DESEARTE


Otoño. La estación de tren estaba vacía, sólo yo llenaba de susurros el andén aún mojado por la débil lluvia recién caída. Todo parecía tener un color oro viejo, como las antiguas fotos color sepia. El olor lejano de las chimeneas dejaba un eterno aroma a madera.
Escuché unos cánticos etéreos casi imperceptibles cuando, por megafonía, una voz mágica de mujer dijo: "próxima parada, tu corazón".
De entre las vías del tren surgió un apuesto ángel alado, desnudo, de sonrisa arcaica que poco a poco se acercó posando sus fríos labios sobre los mios.
"Estas vías no terminan jamás" - susurró con una voz agradable - "Debes coger el tren que te hará más fuerte porque en el camino de la vida encontrarás gente que no te entenderá, personas que te pidan una sonrisa cuando estés destrozado por dentro, individuos que irán en tu contra por el simple hecho de ser tú y no otro. Así mismo, la vida te llenará de injusticias, verás a tu enemigo blandir la bandera de la victoria y llorarás la muerte de los tuyos sin consuelo alguno. En ocasiones desesperadas la gente te mirará con lupa y emitirán un veredicto sin base alguna, serás juzgado sin juicio y sin falta aparente. Todo ello no te matará, sino que te hará más fuerte."
Mis lágrimas cayeron como hielo por mis mejillas. Mis labios temblaban de tristeza y miedo.Con la mirada fija en el ángel pregunté:
¿De que me sirve tanto dolor si las cartas ya están echadas?
El ángel respondió: " Al final del todo, la vida sólo es una estación de las muchas que llevan a término. Sólo el amor, en el último segundo de tu existencia, decidirá si todo el cariño y la fuerza acumulada en esta vida, te servirá para pasar a otra mejor o si perderás el próximo tren a la Felicidad. De nada valdrá ser fuerte en el último momento. Todo cuenta al final"
"Pero, si yo no opté por coger este tren..." - musité destrozado.
"Pero la persona a la que amas sí que lo quiere. ¿serás capaz de abandonarla?"
Y el ángel se convirtió en lluvia.


                                                                                                       Ramón Carbó

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