viernes, 26 de febrero de 2021

MI ANGEL DE LA GUARDA

 


La parte buena de ser creyente y tener Fe, en un sentido práctico y para nada fanático, es pensar y sentir que alguien o "algo" cerca de nosotros vela por nuestra salud y nos guía con una velo de protección durante toda la vida.

No sé qué es, de dónde viene o, incluso, si es de origen divino o alguien del pasado que nos tuvo estima. Es bonito pensar que pueda ser un ángel que deba ganarse las alas protegiendo al débil.

El caso es que, a veces, sientes ese desazón de que tu ángel de la guardia te ha abandonado momentáneamente y notas una fuerza que te lanza a un vacío inútil lleno de inseguridades. Sientes una soledad especial, fría, que no cesa ni estando rodeado de gente. Te falta ese apoyo que te lanzó al suelo de la desesperación y que te provoca una ausencia esférica.

Es entonces cuando brotan las lágrimas porque crees que la vida te vence y te derrota a cada paso que das. No se premia tus esfuerzos ni se valoran tus intenciones. Es sólo entonces, cuando te asustas como un niño pequeño que no sabe explicar por qué está triste.

Son momentos de oscuridad y soledad interior. De vacíos llenos de Nada y ausencias de abrazos invisibles.

Nos volvamos niños. Niños inseguros que apenas pueden gestionar sus emociones y que necesitan el abrazo de una madre para escuchar los latidos de su corazón. Latidos que calman y aplacan los temores. Latidos que dan calor y seguridad.

Sea donde esté mi ángel, vuelve pronto. Tengo miedo y frío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario