Decían de mi....Que yo era incapaz de coger las riendas de mi vida. Me comentaban que estaba en un laberinto sin salida. Explicaban que nunca tendría la fuerza para salir de un infierno. Apostillaban que era tan débil que el mundo me venía grande. Y no se equivocaban. La vida me superaba.
Pero un día, por muy tarde que fuese en mi vida, rompí cadenas, lazos y mordazas para renacer como lo hizo el ave Fénix.
Y no culpo a nadie en absoluto de mi desgracia. He tenido suerte en esta vida tan difícil, pero muchas veces no sabemos ser felices, nos arrastra una anhedonia que nos merma hasta dejarnos sin aliento. Y aquí no hay culpables ni ofendidos, ni dioses ni monstruos....sólo yo contra mi mismo.
Ahora callan muchas bocas aunque se alegren de mi resurreción. Ya puedo mirar a los ojos a los que me decían que jamás conseguiría nada. Tenían razón, pero sólo a medias.
No sé cuanto duraré de pie, ni siquiera me lo planteo. Porque igual que uno se levanta, cae. Pero al igual que caigo, me he enseñado a levantarme. Y lo hago lleno de heridas, de sangre y de dolor. Aún así me levanto. Aunque sea para volver a caer.
Y no guardo rencor a nadie. Quizá a una sola persona. A mí mismo. A mí mismo por ser mi peor enemigo, por no saber confiar en mí, por tratar de creer que era un ciudadano de segunda y de que todo llegaba tarde y mal, que todo estaba perdido.
Como el soldado, vuelvo de la guerra con muletas. Hechas con palos y medio derringadas, pero vuelvo....
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