Lo sé, mi vida. A veces los fuertes brazos de la soledad te rodean hasta el punto que te cuesta respirar. Andas solo, buscando un paisaje perdido que te abrace, un silencio que te bese en la mejilla y un lugar donde ser tú mismo sin ser ignorado por ello. Necesitas fusionarte con la naturaleza harto de tantas jaulas de falso oro.
La tristeza de la incomprensión es realmente dura. Los silencios con los que te bombardean retumban en tu alma como misiles que disparan directos a tu corazón. Y te preguntas...Te preguntas por qué has dejado de ser bueno por ponerte en tu sitio, por reclamar tu derecho a ser respetado y tu obligación de ser feliz, dentro o fuera de casa.
Hay amores que asfixian, ayudas que destrozan, chantajes emocionales perversos y amigos con máscaras sofisticadas. Pero tú tienes la cara limpia, tan limpia como el alma que habita en tu pecho. Y es esa luz especial la que les molesta y les incordia. No eres tú, es el brillo tan puro que despides.
No dejes que nadie te haga mal y no me refiero a daño físico, si no al daño psíquico. Ese daño que te mina, te minusvalora y te duele como el que arranca con sus manos una rosa sin saber el dolor de sus espinas.
Abre los ojos y observa. Observa tanto fuera como en el interior. Tan sólo son ciertas personas, quizá solo una, la que no quiere que crezcas como las flores de un espléndido campo si no que desean que seas como la hiedra sobre la pared, siempre pegados a ellos, capaces de hacerte pensar que sin ese muro no tendrías vida...y tú no eres hiedra, tú eres hierba fresca que grita por crecer para hacer el mundo más bonito, más hermoso, con más color. Es un precio alto que merece la pena pagar.
La pared de esa hiedra le convence que la necesita para apoyarse, para crecer, para lucir con su belleza y que, sin ella, sólo sería una planta que se arrastraría por el suelo como el ser más despreciable del universo. Son susurros llenos de hiel. Recuerda que la fuerza de la hiedra es capaz de demoler un muro entero. Esa es tu fuerza, tu poder.
Quien realmente te quiera y te ame no dudará en darte las alas más bellas y el cielo más extenso para que surques por él gritando con alegría "Soy Feliz". Todo lo demás, las cadenas, las cuerdas, las amenazas de "sin mi no eres nadie" y los "ya te acordarás de mí cuando todo te vaya mal" son cantos de sirena que, al igual que le pasó a Ulises, te embelesan para destrozarte y hundirte.
Recuerda que Ulises recurrió a la estratagema de taparse los oídos y hacerse encadenar al mástil, olvidando que el canto de las sirenas lo traspasaba todo.
Y es que hay amores que matan. Y si es el "amor" de una pareja es una traición pero, si es el amor de una madre, de un hermano o de un amigo, la deslealtad alcanza connotaciones tan asfixiantes que al final ponen en duda tu derecho a ser libre, a volar, a caminar por la senda que has elegido, solo o en compañía, con el lógico miedo de equivocarte. No importa, retrocede, cambia de dirección, pide ayuda....pero nunca ames las cadenas que te atan con la excusa de "es amor".